Suave demencia, hoy siento por amarte
caminando con tu espíritu en un paisaje otoñal
creyendo en tu belleza, en tu perfección..,
Así es que se alimenta esta ilusión
que crece perdida entre campos de pasión,
que forja al alma a no ser más que un espectador,
e induce al corazón a una suave demencia de amor.
Caen las hojas manchadas por el dorado de otoño,
igual que lagrimas que lentas turban mi mirada,
la sensación de soledad azota mi puerta
y mi necesidad de compañía la recibe desesperada…
Deberás disculpar a este loco corazón que en tus manos llora,
que ansia hacerte cada día mas amada...
Pobre… es solo un órgano ilusionado,
un cuerpo sin alma...
Le duele no poder llegar al tuyo,
no tener la posibilidad de embriagarse de tu amor,
es el dolor de no tenerte más que en sueños,
que no seas más que una ilusión...
Quisiera me abrigaras
que fueras el calor, en mis noches heladas…
que tus alas de arcángel se batan sobre mi escaso cielo
nublado por la humedad de las lágrimas negro azabache
producto de la línea fluvial que corre desde mis ojos
atravesando mis mejillas hasta desbordar mis lamentos.
¡Brillan las estrellas en la noche!
y mi demencia no encuentra remedio
¿amarte es un capricho? O acaso….
¿ansío el goce del la eternidad soñada?
que me prometió aquella vieja parca
en uno de mis tantos ensueños…
La brisa de un suspiro, azota
el yermo espacio de mi loca mente,
¡no temas! A este demente corazón enamoradizo,
acércate a el, su tenue voz murmulla cosas al viento
y éste algunos secretos le dijo…
Una suave demencia por mi sueño de amarte,
un deseo que atraviesa océanos de tiempo.
¡Y en los brazos de esta demencia te diré!
Acércate a este, mi corazón exánime.
Si nunca vienes, en un respiro agonizante,
en tus alas de ángel, me recostaré, y abrazado al infinito…
Así, sin ser más que un recuerdo… moriré.
Pero no antes sin dar lucha,
no antes sin desahogar a mi sofocado corazón de su último suspiro…
no me iré aun sin antes gritar aquello que pocos escuchan…
un grito al viento que de mi más locas fantasías ha venido.
Un pedido… no más que un simple pedido…
de que me acompañes a la muerte, porque lo cierto es…
que le temo a la soledad.
Una suave demencia por amarte,
una suave demencia por querer tenerte y del silencio quererme alejar.
Aquel silencio que me aturdía en momentos de penas…
que me perturbaba en momentos de paz.
Sé tu mi melodía, oh amada mía, la que sofoque este horror,
que me invade el cuerpo, que me causa temblor…
porque el silencio es la ambientación de mis mil demonios
que llegan directamente del infierno hasta mi habitación…
Que me asustan, que me gritan al oído su desesperación,
y que ahora me acompañan…
en este oscuro paraíso sin Dios.